El mundo en deuda
Luis Felipe Lagos M. Economista, consultor
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Luis Felipe Lagos
Los países ya se encontraban endeudados antes de la pandemia del covid 19. La crisis sanitaria, económica y social no ha hecho más que incrementar los niveles de deuda en el mundo. De acuerdo a las cifras del FMI, la deuda a PIB en EEUU alcanzaría en 2020 a 131%; en Japón 252%; en Brasil 98%; en Italia 155%; en Francia 115% y en España 113%. Por cierto, el incremento en la deuda es la política fiscal correcta frente a un shock transitorio, y responde a la muy necesaria ayuda que han requerido los países para apoyar la caída de ingresos de personas y empresas, otorgar subsidios de desempleo y postergaciones en el pago de impuestos. Asimismo, se requerirá de un fuerte impulso fiscal para lograr la reactivación de las economías.
No obstante, preocupa la recurrente visión de que los altos niveles de deuda a PIB no revisten problema alguno; la deuda no tendría costo fiscal, ni efectos negativos en la trayectoria futura de las economías.
Por una parte, está la idea, muy difundida por la congresista progresista de EEUU, Alexandria Ocacio-Cortez, de lo que se ha denominado, pretenciosamente, “Teoría Monetaria Moderna” (MMT, por su sigla en inglés) que, dicho sea de paso, no tiene nada de moderna y mucho de sin sentido. Esta, postula que la restricción presupuestaria es irrelevante para un país que emite moneda propia. Los gobiernos podrían siempre financiar un déficit con deuda que pagan emitiendo dinero, sin generar inflación ni desplazar inversión privada, según este enfoque. Nada nuevo, para Latinoamérica: Chile, Argentina, Perú y Venezuela han recurrido a esta estrategia en algún momento con resultados desastrosos: fuerte devaluación de sus monedas, alta inflación, recesión, desempleo y caída en los salarios reales (Edwards 2019).
Por otra parte, algunos sostienen que incrementar la deuda no es problemático dadas las bajísimas tasas de interés imperantes. Este argumento, a diferencia de la MMT, es coherente. Tasas de interés tan bajas auguran que el crecimiento sea mayor que el costo de la deuda (g > r) y, por lo tanto, se podría estabilizar, e incluso reducir, la deuda a PIB si no se incurre en un déficit primario (excluyendo intereses). El punto es ¿cuánto tiempo más tendremos tasas de interés ultra bajas?
La historia nos enseña que EEUU logró bajar una deuda a PIB -incluso mayor a la actual- después de la segunda guerra mundial, con crecimiento (g > r), represión financiera, que posibilitó mantener un bajo costo de financiamiento al fisco, en un contexto de mercados de capital internacional cerrados y con incrementos de la inflación en los 70, que permitieron recortar la deuda.
Chile también tiene un problema de deuda; la Dirección de Presupuestos estima que la deuda bruta a PIB ascendería a 48% hacia 2024, para estabilizarse en 45% el 2030. Este escenario supone una expansión muy acotada del gasto y un crecimiento del PIB efectivo de 3,5% en 2022-2024, lo que requiere superávit fiscal en 2025-2030. Si el gasto crece más rápido, más bien de acuerdo a su promedio de los últimos años igual a 4%, y el PIB efectivo crece en línea con su tendencia, estimada en torno a 1,5% - 2%, la deuda no se estabiliza y alcanzaría niveles superiores al 70% el año 2030.
Nuestra regla fiscal debe ser modificada para, además de conducir la política fiscal de acuerdo al balance estructural, incluir como objetivo estabilizar la deuda a PIB. De lo contrario, enfrentaremos un mayor costo de financiamiento, alza en la inflación y una probable crisis de deuda.